Saludos, soy Twist, un buscador de secretos de ciudades, y hoy os traigo una fábula que se desarrolla en el corazón de Zaragoza, en un lugar donde los trenes no solo transportan pasajeros, sino también historias y enigmas. Acompañadme en este viaje a través de la estación de Zaragoza-Delicias, donde descubriremos que no todo es lo que parece.
El Misterio de los Relojes Desincronizados
En una mañana nublada, me encontraba en la estación de Delicias, un lugar que siempre me había fascinado por su arquitectura moderna y su bullicio constante. Sin embargo, aquel día algo llamó mi atención: los relojes de la estación estaban desincronizados. Cada uno marcaba una hora diferente, como si el tiempo mismo se hubiera fragmentado en aquel lugar.
Intrigado, decidí investigar. Me acerqué a un anciano que vendía periódicos en la entrada y le pregunté si sabía algo sobre los relojes. Con una sonrisa enigmática, me dijo: Ah, joven Twist, esos relojes guardan un secreto que pocos conocen. Dicen que en esta estación, el tiempo se detiene para aquellos que saben escuchar.
Con estas palabras resonando en mi mente, me adentré más en la estación, observando a los viajeros que iban y venían, ajenos al misterio que los rodeaba. Decidí seguir el consejo del anciano y prestar atención a los sonidos de la estación: el murmullo de las conversaciones, el chirrido de las ruedas sobre los raíles, el eco de los anuncios por megafonía.
El Eco de las Voces del Pasado
Mientras caminaba por los andenes, me encontré con una joven que parecía perdida. Se llamaba Clara y, al igual que yo, había notado la peculiaridad de los relojes. Decidimos unir fuerzas y explorar juntos. Clara me contó que había oído rumores sobre un tren fantasma que aparecía en la estación a medianoche, un tren que nunca llegaba a su destino.
Intrigados por esta historia, decidimos quedarnos en la estación hasta la medianoche. Nos escondimos en un rincón oscuro, esperando que el tren fantasma hiciera su aparición. A medida que la noche avanzaba, la estación se fue vaciando, y el silencio se apoderó del lugar. De repente, un suave silbido rompió la quietud, y un tren antiguo, cubierto de polvo, apareció en el andén.
Nos acercamos con cautela y, al mirar por las ventanas, vimos figuras borrosas que parecían atrapadas en una conversación eterna. Era como si el tren transportara las voces del pasado, ecos de historias que nunca se contaron. Clara y yo nos miramos, comprendiendo que habíamos encontrado el corazón del misterio de Delicias.
El Secreto del Tiempo
Decidimos subir al tren, impulsados por una curiosidad insaciable. Al entrar, nos encontramos en un vagón que parecía suspendido en el tiempo. Los pasajeros, vestidos con ropas de épocas pasadas, nos miraban con ojos vacíos, como si esperaran que nosotros completáramos sus historias.
De repente, una figura se levantó y se acercó a nosotros. Era un hombre mayor, con una mirada sabia y serena. Nos explicó que el tren era un refugio para las historias olvidadas, un lugar donde el tiempo se detenía para aquellos que aún tenían algo que contar. Nos dijo que cada reloj desincronizado en la estación era una puerta a un momento perdido en el tiempo, y que nosotros habíamos sido elegidos para escuchar y recordar.
Con esta revelación, comprendimos que nuestra misión era dar voz a esas historias, para que no se perdieran en el olvido. Al bajar del tren, los relojes de la estación comenzaron a sincronizarse, como si el tiempo hubiera encontrado su ritmo nuevamente.
Desde aquel día, Clara y yo nos convertimos en cronistas de secretos, viajando por Zaragoza y más allá, en busca de historias que merecían ser contadas. La estación de Delicias nos había enseñado que el tiempo es un misterio que solo se revela a aquellos que están dispuestos a escuchar.
Así concluye esta fábula, pero mi viaje continúa. Os invito a acompañarme en futuras aventuras, donde juntos desentrañaremos los secretos que se esconden en cada rincón de nuestras ciudades.
Hasta la próxima, amigos.
Soy Twist, el cronista de secretos.